El Ente Autárquico Mundial ’78 (EAM ’78) fue creado por la Junta Militar por Ley N°21.349, que además declaró de interés nacional la realización del XI Campeonato de Fútbol por la Copa Mundial de la FIFA.
El EAM entró en funciones en agosto de 1976, pocos meses después del golpe de Estado. Estaba integrado por un presidente, el general (RE) Omar Actis, y un vicepresidente, el capitán de navío Carlos Alberto Lacoste, de los que dependían seis gerencias repartidas entre las tres Fuerzas Armadas. El gerente de Planeamiento y Control era el comodoro Miguel Luciani; el de Comercialización, el coronel Hugo Moldero; el de Asuntos Generales, coronel Walter Ragalli; el de Infraestructura, capitán de navío Norman Azcoitía; el de Economía y Finanzas, mayor Raúl Francisco Veiga; y el de Prensa, Turismo y Relaciones Públicas el doctor Rodolfo De Lorenzo.
La realización del Mundial de Fútbol 78, como tantos otros temas, fue motivo de profundos conflictos en el seno del gobierno militar, y su historia estuvo atravesada por algunos crímenes y violentos atentados perpetrados por distintos grupos internos, que fueron presentados como resultado de la “acción de la subversión”.
El primero de ellos fue el asesinato del primer presidente del EAM, el general Actis, ingeniero militar que venía de desempeñarse como interventor de la empresa YPF. Socio del club River Plate, Actis tenía una larga militancia en la entidad deportiva, primero como futbolista y luego como miembro activo de la subcomisión de fútbol amateur.
El 19 de agosto de 1976, tan sólo dos días antes de brindar una conferencia de prensa sobre los detalles del proyecto del Mundial 78, Actis fue brutalmente asesinado. El diario La Nación responsabilizó por el asesinato a un “grupo extremista”, que lo había interceptado en la localidad bonaerense de Wilde, mientras el presidente del EAM se dirigía en su automóvil Chevy a la construcción de un complejo de viviendas para las Fuerzas Armadas. Un comunicado oficial del Ejército también informó que Actis había sido interceptado por “cuatro delincuentes subversivos quienes, luego del atentado, se dieron a la fuga” (La Nación, 20 de agosto de 1976).
Actis fue rápidamente reemplazado en su cargo por el general de brigada (RE) Antonio Luis Merlo, gobernador de la provincia de Tucumán pocos años después, mientras que el poder discrecional sobre los faraónicos fondos destinados a financiar el campeonato quedó en manos del vicepresidente Lacoste, hombre del almirante Emilio Eduardo Massera.
La conferencia de prensa que debía dar Actis la dio Lacoste el 24 de agosto, en el Concejo Deliberante de la entonces Capital Federal. El marino —a quien la prensa caracterizaba como adicto a tener siempre una pistola a mano sobre su escritorio— afirmó allí que el Mundial 78 tendría dos desafíos para la Argentina: “Uno, el de la infraestructura, y otro, el de la organización (...). El gran rédito del Mundial está en poner al país en una pantalla de televisión con dos mil millones de espectadores, y la permanencia de nuestro país en los diarios de todo el mundo” (La Nación y Clarín, 24 de agosto de 1976).
El Mundial 78 fue, antes que nada, un acontecimiento político para la dictadura, que le dio una extrema popularidad en el plano interno, y que también puso al gobierno militar en las primeras planas internacionales, donde debía enfrentar lo que los funcionarios del régimen llamaban una “campaña antiargentina” por la violación a los derechos humanos.
Pero estas ventajas políticas no eran apreciadas por todo el gobierno. La realización del Mundial incluía ambiciosos planes de infraestructura. Entre ellos, un conjunto de obras para la empresa telefónica estatal Entel, la creación de una compañía de televisión estatal para transmitir los partidos (Argentina Televisora Color), un plan de reparación de aeropuertos, un plan vial, la construcción de nuevos estadios deportivos (Córdoba, Mendoza y Mar del Plata) y la remodelación de otros (River, Vélez y Rosario Central). Estos proyectos representaron, en conjunto y sólo entre 1976 y 1978, gastos del orden de los 500 millones de dólares.
El altísimo nivel de gastos encendió inmediatamente la mecha de los conflictos que enfrentaron a varios funcionarios del EAM con el todopoderoso equipo económico de José Alfredo Martínez de Hoz. ¿Cómo podían reaccionar los liberales de Economía, que insistían con que los máximos males argentinos eran el déficit estatal y la inflación, frente a los gastos siderales que impulsaba el EAM?
En febrero de 1978 estos conflictos llegaron a las primeras páginas de los diarios.
Juan Alemann, poderoso Secretario de Hacienda de Martínez de Hoz, denunció que la inflación aumentaría por efecto de los gastos del Mundial, y calificaba al torneo como un “muy costoso error” que el régimen “no debería haber cometido”, una verdadera “ostentación de lujo” (La Nación, 9 y 15 de febrero de 1978).
La respuesta del presidente del EAM, general Merlo, fue contundente: Alemann debía “renunciar para criticar después”; el general recordaba, al igual que Lacoste, que el campeonato era “un acto político”, cuya importancia no podía ser apreciada desde “la óptica de un sector como la economía o las finanzas”. La realización del torneo era “una decisión absoluta de la Junta Militar que lo hace conscientemente, ortodoxamente y con total libertad” (La Nación, 16 de febrero de 1978).
Los beneficios políticos que tendría para la dictadura la realización de la XI Copa Mundial de Fútbol se dejaron ver de inmediato. Concluido el torneo, Clarín editorializaba: “La Argentina quiere dejar definitivamente atrás la inercia, el dolor y el desgarramiento. Quiere marchar hacia un destino de realizaciones y victorias”. Mientras que el diario La Nación advertía que “después de este Mundial (...) debemos seguir encontrándonos y reconciliándonos en torno de los grandes objetivos comunes de la nacionalidad. Hoy una vocación de grandeza despierta” (Clarín y La Nación, 26 de junio de 1978). El presidente Jorge Rafael Videla señaló que “nuestro país ha vivido un auténtico clima de fiesta que ha sorprendido a muchos visitantes (que) podrán ahora testimoniar sobre la realidad de nuestra Patria, deformada por una aviesa campaña internacional” (Clarín, 30 de junio de 1978).
Evidentemente, los custodios del gasto público habían sido derrotados. Juan Alemann sufrió un violento atentado en su domicilio mientras Leopoldo Luque marcaba el cuarto gol argentino sobre Perú, que fue atribuido a la organización armada Montoneros, pero por la que el secretario responsabilizó posteriormente a Massera y Lacoste.
La “fiesta del Mundial ha sido magnífica”, debió aceptar, finalmente doblegado, el secretario de Hacienda de Martínez de Hoz (La Nación, 30 de junio de 1978).