“Atención, atención, transmite Radio Liberación. La voz del Movimiento Peronista Montonero.”
El mensaje, con un sonido lejano, como enlatado, comenzó a propagarse por los hogares del centro de la ciudad de La Plata. Nadie sabía cómo, pero todos los que tenían su televisor sintonizado en el Canal 13 lo escuchaban. Eran las siete de la tarde del 6 de junio de 1978 y la selección argentina estaba por jugar su segundo partido del Mundial contra Francia. Toda la expectativa estaba puesta allí, en el estadio Monumental. Pero a 70 kilómetros de ese lugar, por unos minutos, sólo por unos minutos, la atención se enfocó pura y exclusivamente en el accionar de Montoneros.
El discurso de Mario Firmenich se dispersó por distintos puntos de la capital provincial. Algunos dicen que se escuchó en Berisso y Ensenada, pero lo cierto es que el audio no alcanzó un radio mayor a los dos kilómetros. Fue la primera interferencia que se realizó durante el campeonato de fútbol.
La imagen de los televisores no se perdió en ningún momento, solo quedó afectada la onda portadora de sonido. Primero se escuchó un fragmento de la marcha peronista y luego una voz en Off dio pie a las palabras del “Comandante en Jefe del Ejército Montonero”. Mientras, en la pantalla, los jugadores saltaban a la cancha y desde las tribunas caían miles de papelitos.
Durante trece minutos, Firmenich habló de la “dolorosa realidad” que vivía el país, de “las mentiras” de la Junta Militar y del “crimen masivo” institucionalizado desde el Estado.
“El salvajismo de esta dictadura gorila y vendepatria ha dejado el saldo más doloroso que registra nuestra memoria en solo dos años. Más de 5000 muertos, alrededor de 20 mil desaparecidos, miles de presos reconocidos y decenas de miles de torturados”, enumeró. “Es un deber de todo argentino de bien mostrar ante el mundo la Argentina real”, remarcó y sin decirlo abiertamente dejó en claro cuál era la verdadera intención de la cinta.
La interferencia se produjo desde una habitación del quinto piso del Hotel La Plata, con un transmisor alimentado por una batería de un Ford Falcón, una antena construida con varias de aluminio y un mástil que salía por una de las ventanas. Cuando el Ejército y la Policía llegaron al lugar, se encontraron con el cuarto vacío y el aparato que seguía reproduciendo una cinta de magazine. En las paredes, con aerosol negro, estaba pintado “Montoneros” con la leyenda “sólo el pueblo salvará al pueblo”.
La acción fue considerada por la conducción de Montoneros como la operación “más espectacular” que se realizó durante el Mundial de fútbol por la trascendencia que tuvo.
Fue noticia en distintos medios nacionales, incluso en la prensa internacional. El diario El País, de España, y la revista El Proceso, de México, le dedicaron varias líneas. Algo que no lograron días después ni los 18 bazookazos de los lanzacohetes RPG-7 que impactaron sobre el frente de la Casa Rosada y distintos edificios militares. No era para menos. Por primera vez, desde que la organización había pasado a la clandestinidad, en septiembre de 1974, Montoneros difundía públicamente un mensaje de su líder.
Las interferencias de las señales de radio y televisión eran algo que inquietaba a la dictadura. Las emisiones de Radio Liberación venían a romper con la sensación de “tranquilidad” y “control” que la Junta quería imponer a toda costa.
Los informes de inteligencia de la Policía de la provincia de Buenos Aires y los artículos periodísticos de la época dan cuenta de ello. A fines de 1977, por ejemplo, el Ejército exhibió como una victoria el secuestro de equipos transmisores que había encontrado en un taller clandestino de Villa Tesei. Las autoridades del Grupo de Artillería 1 de Ciudadela, en ese momento, habían augurado que “el proyecto subversivo de fabricar equipos para la transmisión durante el Mundial” había quedado “seriamente dificultado”.
El tiempo demostró lo contrario. Las operaciones de Radio Liberación continuaron, y el 14 de junio de 1978, al final del primer tiempo del partido entre Argentina y Polonia, por la segunda ronda del Mundial, otra vez volvió a escucharse un discurso de Firmenich.
Aquella noche, la interferencia se produjo en el Canal 10 de Mar del Plata, en la zona céntrica de la ciudad, entre las calles Santiago del Estero, Alberti y Peralta Ramos. La transmisión fue tan potente que, pese a que los jefes del Batallón 601 ordenaron cortar la emisión, en algunas teles el mensaje se seguía escuchando sobre la imagen lluviosa.
¿Por qué ocurría esto? El equipo de transmisión de Radio Liberación se instalaba en un punto intermedio entre la torre del canal y las antenas de los hogares. La interferencia se montaba directamente sobre la onda radioeléctrica, en la banda de frecuencia, y el audio llegaba a los televisores que tenían sintonizada esa señal.
El alcance dependía de varios factores: la potencia del transmisor, la cercanía de los aparatos receptores, la altura de la antena y las características de los edificios de la zona.
Aquel miércoles, la interferencia se realizó desde un departamento del sexto piso de la calle Simón Bolivar 3259, a ocho cuadras de los estudios de Canal 10 de Mar del Plata. La operación estuvo a cargo del “Pelotón de propaganda comando Julio Roque”. La proclama se reprodujo una y otra vez durante varias horas.
La desesperación de los militares fue tal que, como no podían dar con el transmisor, la Unidad Regional IV de la Policía desplegó un amplio operativo de rastrillaje en la zona y el Ejército salió a la calle con radiogoniómetros, artefactos que se usaban en la Segunda Guerra Mundial para localizar las comunicaciones del enemigo.
Según consta en documentos internos de la Policía, la búsqueda no dio resultados hasta varios días después. Por disposición del Comando Sub Zona Militar 15, el Canal 10 mantuvo cortada su programación hasta que la transmisión se detuvo.
Recién el 1 de julio, cuando los festejos por la obtención de la Copa del Mundo se disiparon de las calles, los servicios de inteligencia dieron con el lugar. Fue a partir de una denuncia de la dueña del departamento de la calle Bolivar 3259. En el acta de allanamiento consta que cuando los agentes llegaron no tenían mucho para hacer. Era demasiado tarde. Sólo pudieron levantar huellas y hacer averiguaciones.
Dice el informe policial: “Se procedió al secuestro de los siguientes elementos: una pinza de anillar marca Esser Germany, un soldador eléctrico marca Dacalor, una pistola de agujerear marca Dowen Pagio modelo mini 6, una hoja de sierra marca Ultrarrapid de acero Industria Argentina, un pincel marca Pegaso con pintura negra seca, un estéreo marca Kenia, un magazine de plástico rosado con la inscripción Roberto Carlos, dos baterías de 12 voltios marca Varta, un ejemplar del diario Crónica del martes 13 de junio, una boleta Nro. 171 y otra idem Nro. 172 con membrete de E Polverino y Hnos...”.
La lista sigue y es interminable.
El transmisor de Radio Liberación, mientras tanto, descansaba lleno de polvo pegado a un ventanal del living-comedor que daba a la calle Moreno en línea recta a los estudios del Canal 10. El departamento, en su interior, estaba todo revuelto y repleto de consignas de Montoneros. En el baño se leía “Argentina campeón, Videla al paredón”; en una habitación, “Liberación o dependencia”, y en la otra, “Patria o muerte, venceremos”.
Tras el procedimiento, la Dirección de Inteligencia de la Policía de la provincia de Buenos Aires aportó algunos datos sobre el posible “autor del hecho”, detalló que el departamento había sido alquilado entre el 10 y el 30 de junio por una suma de 200 mil pesos y un depósito de 20 mil, y transcribió por completo el discurso de Firmenich. Pero no obtuvo mucho más.
Montoneros otra vez había logrado su cometido. Había propagado un mensaje para llamar a “la resistencia del pueblo” y le demostró a la dictadura que su organización aún tenía poder de fogueo. Mientras tanto la conducción se preparaba para el inicio de una nueva etapa. Meses después se lanzaría la “Contraofensiva”.