Faltan pocos días para el Mundial que va a disputarse en la Argentina. El director de una revista argentina de importante tirada llega hasta la puerta de una casa sencilla y algo achacada por el tiempo en París, más precisamente en el número 14 de la calle Nanteuil. Golpea y se presenta como un periodista argentino. El hombre que atiende es joven y tiene barba, y duda en abrir. Finalmente accede y habla con él de la campaña que llevaron adelante para impedir la celebración del Mundial en la Argentina de los campos de concentración.

El periodista en cuestión es Samuel “Chiche” Gelblung, por entonces director de la revista Gente. La nota se publica en el número que salió a la calle el 25 de mayo de 1978 y con el título “Cara a cara con los jefes de la campaña antiargentina”. ¿A quiénes entrevista? A los impulsores del Comité de Boicot a la Organización del Mundial de Fútbol en la Argentina (COBA), quienes naufragaron en su intento de impedir la realización de la Copa del Mundo en el país, pero lograron algo muy importante: poner en los principales diarios del mundo la denuncia acerca de los crímenes que cometía la dictadura encabezada por Jorge Rafael Videla. La cara del enemigo.

El primer llamado a boicotear el Mundial 78 se produjo en octubre de 1977 en el diario Le Monde de Francia, el verdadero epicentro de las denuncias de violaciones a los derechos humanos en la Argentina, como había sido detectado por el régimen militar que creó ahí un órgano de propaganda y de inteligencia: el Centro Piloto de París. La iniciativa surgió —como reconstruye la investigadora Marina Franco en su libro El exilio— de un grupo de militantes de la extrema izquierda francesa. El COBA se conformó para fines de ese año y tuvo una coordinación en París —en la sede que visitó Gelblung— y más de 200 comités locales dispersos por toda Francia.

“¿El Mundial, previsto en la Argentina para junio de 1978, tendrá lugar entre campos de concentración?”, comenzaba el llamamiento del COBA. Ese fue el eje de su campaña, que incluyó múltiples soportes y alcanzó una gran repercusión. Al comparar la Copa del Mundo en la Argentina del terrorismo de Estado, hacía una analogía con los juegos olímpicos de Berlín de 1936. Sus afiches recuperaban la tradición antifascista y fueron la verdadera imagen de la oposición al Mundial. El COBA tuvo varias publicaciones, pero, sin duda, la más emblemática fue L’Epique, cuyo nombre hacía alusión a la publicación deportiva L’Equipe, que justificaba la realización del campeonato en la Argentina. El periódico del COBA llegó a vender más de 120 mil ejemplares en los primeros meses de 1978.

La campaña pro-boicot fue muy eficaz a la hora de sumar apoyos al repudio, pese a que el campeonato se realizó con asistencia casi perfecta en la Argentina. Una anécdota que recoge Franco sirve para mostrar cuán extendido era el apoyo. A fines de mayo de 1978 y a días del arranque del Mundial, dos empleados del selecto hotel Meurice fueron despedidos por negarse a llevar la valija del vicealmirante Armando Lambruschini y su comitiva, quienes habían llegado a Francia para comprar armas y barcos, ya que, por el embargo impuesto por el gobierno estadounidense de Jimmy Carter, la Junta sólo podía adquirir armamento de los países europeos. Los jóvenes —de menos de 20 años y sin actividad política— acudieron al COBA en busca de ayuda. Los principales partidos franceses armaron comités de apoyo a los trabajadores, su caso fue tapa del diario Libération y al tiempo debieron ser reincorporados.

El despido de los dos empleados del hotel no fue el único que llevó el debate sobre la situación en la Argentina a los diarios. La selección de Francia llegó a la Argentina el 24 de mayo, mientras en el país galo se sucedían manifestaciones contra el Mundial convocadas por el COBA. Las protestas terminaron con algunos detenidos, según publicó Le Monde el 26 de mayo. Estas marchas se sumaban a las protestas que todos los jueves se hacían afuera de la embajada argentina en París.

Antes de la partida para Buenos Aires, los exiliados procuraron tomar contacto con el director técnico del seleccionado francés, Michel Hidalgo, quien los recibió y lograron el compromiso de que los jugadores “apadrinaran” a los desaparecidos de origen francés, “el otro equipo de Francia”, como decían los carteles.

¿Boicotear o no boicotear?

Los exiliados argentinos en Francia se sumaron a todas las actividades de denuncia de la dictadura, pero mantuvieron una actitud entre ambigua y distante con el boicot, como sucedió en otras latitudes. Entre los factores que pesaban para mantener cierta distancia con la iniciativa del COBA se mezclaban sentimientos nacionalistas, la naturaleza popular del fútbol y, en algunos casos, la decisión de las principales organizaciones político-militares de no boicotear el Mundial.

Amnistía Internacional mantuvo una posición similar a la de la mayoría de los exiliados. La organización fundada en Londres no llamó a impedir la realización del Mundial, sino que lanzó una campaña cuyo lema era “fútbol sí, tortura no”. Según Amnesty, la publicidad es la peor enemiga de la tortura. Por eso, solicitaba a todos los que fueran a asistir que indagaran sobre lo que sucedía en la Argentina y que después lo difundieran. Como explica Silvina Jensen en su libro Los exiliados, la organización denunciaba entonces que habían 15 mil desaparecidos y 8000 presos.

Más allá de Francia

A fines de febrero de 1978, organizaciones que apoyaban el boicot se reunieron en París. Después de eso, se creó un comité en Barcelona —relata el investigador Raanan Rein en el libro Clubes de fútbol en tiempos de dictadura— mientras que en Madrid Eduardo Luis Duhalde comandaba el Comité de Boicot al Mundial de Fútbol.

En un escrito titulado “Argentina ‘78: fútbol y terrorismo de Estado”, Duhalde sostenía que no existían ni posibilidades ni condiciones para que el Mundial derivara en una concentración contra la dictadura dada la militarización que implicaría su realización para que fuese la “Copa de la Paz”.

Para la misma época, se había creado un comité para el boicot del Mundial en Holanda. La iniciativa la iniciaron dos artistas de variedades, Freek de Jonge y Bram Vermeulen, quienes no tuvieron demasiado éxito entre los jugadores de la Naranja Mecánica. Los exfutbolistas Arie Haan y Ernie Brandts, que visitaron la ex Esma y se sumaron a la ronda de las Madres de Plaza de Mayo en abril último, dijeron acordarse de su show Sangre en los postes y del debate nacional en el que estaba inserta Holanda en torno a la participación o no en el Mundial mientras la Argentina desaparecía gente. “Nadie podrá decir ‘no lo sabíamos’ —les advirtió entonces Freek de Jonge—. Irán al Mundial como héroes, volverán como colaboracionistas.”

En su libro Fútbol y Exilio, Carlos Pringolini y José Miguel Candia explican que el Comité de Solidaridad Argentina-Holanda (SKAN) no estuvo de acuerdo con el boicot, pero sí usó el Mundial para denunciar lo que sucedía en la Argentina. Según los autores, los miembros de SKAN mantuvieron contacto con los jugadores del seleccionado holandés.  Por su lado, la Asociación Holandesa de Solidaridad (SAM) se unió simbólicamente al boicot y reunió fondos para las Madres de Plaza de Mayo y los familiares de desaparecidos.