“FIFA World Cup”, dice en su base, y es la síntesis de todo lo que el mundo del fútbol ansía. Tiene 36,8 centímetros de altura y pesa 6,17 kilogramos. Su sentido de gravedad se lo dan los 3 kilos de oro sólido de 18 quilates que son lo sobresaliente de la escultura central, dos figuras humanas sosteniendo el planeta Tierra; y esa base de 13 centímetros de diámetro con dos anillos concéntricos de malaquita, un mineral verdoso con brillo de diamante.

Cuando la Copa del Mundo llegó a la Argentina en 1978 era el segundo país mundialista al que arribaba. El trofeo había sido creado para el Mundial que se disputó en Alemania en 1974, ya que en 1970 Brasil había ganado su tercer campeonato y por protocolo se había hecho poseedor definitivo del trofeo Jules Rimet, nombrado así en homenaje a un expresidente de la FIFA.

De local, la selección germana levantó la nueva copa por primera vez. Por eso, cuando la “FIFA World Cup” arribó a la Argentina llevaba en la parte inferior de la base una sola inscripción de victoria: “1974 Deutschland”. Luego de la final disputada en el Estadio Monumental el 25 de junio, tras los goles de Mario Alberto Kempes, el trofeo se grabaría por segunda vez: “1978 Argentina”.

Los negocios detrás de la Copa del Mundo

¿Quién protegería aquí, en la Argentina de 1978, ese tesoro que mueve a los amantes del fútbol? El Primer Cuerpo del Ejército estaba a cargo del operativo de seguridad montado por la dictadura militar para las sedes de Capital Federal y Buenos Aires, y las tareas de inteligencia, a cargo del Batallón 601, cuyos miembros aún son investigados por los delitos de lesa humanidad que cometieron.

Pero el trofeo no quedó en manos de los militares sino que el Ente Autárquico Mundial 78 (EAM), comandado por el contraalmirante Carlos Lacoste, dejó la seguridad en manos de una empresa privada de transporte de caudales bancarios: Juncadella S.A. En su libro La larga sombra de Yabrán (1998) el periodista Christian Sanz revela que la Copa del Mundo permaneció resguardada en la sede de Juncadella S.A, en la calle Tres Arroyos 2835, en el barrio porteño de Villa Mitre.  

La aparición de esa firma como protectora de la Copa del Mundo no es una casualidad sino la muestra de una relación íntima entre la que comenzó como una empresa familiar, fundada en 1932 por Amadeo Juncadella con un solo camión Chevrolet blindado, y la dictadura militar. Juncadella vivió una época dorada de expansión por el interés de los militares en el negocio de las agencias de seguridad privada y por su complicidad con el plan político, criminal y económico de la Junta Militar.  

"El procedimiento lo realizó, a las 15.50, un grupo de personas armadas, que forcejearon con Demarchi en la puerta del matutino y finalmente lograron introducirlo en una camioneta blindada, similar a las que habitualmente se utilizan para el transporte de caudales. El vehículo partió con rumbo desconocido”, publicaba el 5 de agosto de 1976 el diario El Día. Era el relato del secuestro del exdelegado sindical de el diario El Cronista, Héctor Demarchi. Alberto Dearriba, quien fuera compañero de redacción de Demarchi, precisa en el libro Decíamos ayer (de Eduardo Blaustein y Martín Zubieta, 2006):  “En la puerta del edificio de la calle Alsina y Diagonal Sur, se lo llevaron para siempre en un camión de Juncadella”. El director de ese diario económico, Julián Delgado, se convertiría en otro detenido-desaparecido el 4 de junio del 78, a tres días de la fiesta inaugural del Mundial, a la que él había asistido.

La alianza cívico militar combinó el terror con el negocio. Cuando los dictadores se instalaron en la Casa Rosada el 24 de marzo de 1976 aprobaron 16 decretos-ley, entre ellos, la “Creación de Consejos de Guerra Especiales Estables”, la “Suspensión del Derecho a Huelga” y el decreto 21.265, titulado “Habilitación de empresas de seguridad personal”. Un año después, la dictadura desmanteló parte de los servicios del Banco Nación y le dejó el negocio del transporte a Juncadella, que pasó a realizar las tareas con los camiones comprados al mismo banco, tal como detalló el periodista Daniel Badenes en una nota publicada en la revista La Pulseada en 2010.

Juncadella, Yabrán, Prosegur y Ocasa

La expansión de Juncadella continuaría y crearía Ocasa, un poderoso correo privado y de servicios bancarios de clearing, de la mano de un joven al que Don Amadeo había conocido como proveedor de una empresa de informática: Alfredo Yabrán. “Me salvé. Estoy acomodado. Cuando se acabe este curro tengo laburo en una empresa que hace clearing bancario”, le confesó el represor del centro clandestino de la ESMA Roberto Naya al sobreviviente Víctor Basterra durante su cautiverio. Basterra contó a La Pulseada que años más tarde reconocería a su torturador en la televisión, cuidando las espaldas de Yabrán.

El crecimiento continuó al otro lado del océano Atlántico con estrechos vínculos con la dictadura. Enviado por Juncadella, Herberto Juan Gut Beltramo —un joven que venía de trabajar en Pittsburgh & Cardiff Coal, una proveedora de armamentos de la Armada y el Ejército— crearía Prosegur S.A, la filial española de Juncadella, el 14 de mayo de 1976, tres semanas después del golpe de Estado.   

En España, donde se realizaría el Mundial 1982 —cuyo Comité Organizador sería integrado llamativamente por el vicepresidente del EAM Lacoste, por orden del presidente de la FIFA, Joao Havelange—,  Prosegur absorbería tres años después a la Sociedad Anónima de Servicios de Seguridad (SASS), creada en paralelo por el exministro de Bienestar Social, José López Rega, creador de la Triple A, que instaló el terror, la persecución y la muerte en la Argentina antes de la llegada de los militares.

Otra subsidiaria de Prosegur en España fue AFHA S.A, encabezada por Juncadella, secundado por su hermano el comodoro de la Fuerza Aérea Argentina Enrique Juncadella y el vicealmirante de la Armada Oscar Antonio Montes, quien comandó el grupo de tareas 3.3.2 del centro clandestino que funcionó en la ESMA y era el Ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina durante el Mundial 78. La sociedad de Montes con los Juncadella quedó acreditada en documentos guardados en la Audiencia Nacional de España a partir de la investigación realizada en la década del ‘90 por el juez Baltazar Garzón, y difundidos en mayo de 2016 por el diario español Público. Los papeles revelan una red de sociedades creadas por la dictadura cívico militar argentina para blanquear dinero robado a las víctimas de la represión.  

Dos día antes de que la Selección disputara la final contra Holanda en el estadio Monumental, a cuadras del centro clandestino de la ESMA; dos días antes de que el trofeo guardado en las bóvedas de Juncadella fuera entregado por el dictador Jorge Rafael Videla al capitán Daniel Pasarella; Montes, el socio de Juncadella y canciller de la dictadura condenado en 2011 por delitos de lesa humanidad, negaba el terror instaurado por la dictadura militar ante la octava asamblea de la Organización de Estados Americanos (OEA) y sostenía que con “el pretexto de presuntas violaciones a los derechos humanos algunos gobiernos se entrometen en los asuntos internos”.