El mensaje llegó a la redacción de la revista Goles. “La línea política de nuestras publicaciones debe ser prolijamente encauzada hacia una actitud mesurada y constructiva, de inteligente apoyo crítico a las instituciones, a las autoridades y a los hombres que tienen y tendrán la muy compleja tarea de llevar a buen destino las actuales y futuras etapas del país. En ese sentido seremos absolutamente intransigentes con toda manifestación periodística que apunte irresponsablemente a fomentar descontentos o tienda a la disociación de la paz social o de la unidad nacional.”
En Radio Splendid un comunicado advertía que hasta la finalización del Mundial 78 “se abstengan de comentarios adversos a la selección en forma particular o general en todos los programas de la emisora”.
Y en el resto de los medios de comunicación la censura estaba implícita. No hacía falta pasarla a letras o a una notificación oficial.
“Para los de afuera, para todo ese periodismo insidioso y malintencionado que durante meses montó una campaña de mentiras acerca de la Argentina, este certamen le está revelando al mundo la realidad de nuestro país y su capacidad de hacer, con responsabilidad y bien, cosas importantes”, editorializaba la revista El Gráfico en su edición del 6 de junio de 1978 bajo el título “Gracias al fútbol”.
Ernesto Cherquis Bialo, en ese entonces jefe de redacción de la revista deportiva más importante del país, admite que “El Gráfico gravitaba enormemente en todas las decisiones políticas, sociales y económicas del país. No era una revista más. La influencia del semanario era gigante y lo sabíamos. Es más, El Gráfico hizo mucha fuerza para que Argentina fuera sede del Mundial”.
Juan José Panno, exredactor de la revista y acreditado en la concentración de la selección argentina en José C. Paz, resume a la distancia su sensación de aquella cobertura. “Ser periodista en esa época era muy difícil. En El Gráfico se nos hacía fácil el hecho de tener una redacción de amigos, ideológicamente parecidos. Todos estábamos en contra de la dictadura. Y todos sabíamos también que eso de estar en contra no se podía expresar a través de la revista, era imposible. No tenían necesidad de decirnos ‘no se puede hablar de esto o lo otro’, ya lo sabíamos”.
El EAM 78 tenía todo bajo control. Sabía que disponía de los medios de comunicación masivos más importantes de la Argentina para bajar la línea que la dictadura pretendía. En este rubro se encolumnaron los diarios Clarín, La Nación y La Prensa y las revistas de editorial Atlántida, a cargo de la familia Vigil, entre ellas Gente, El Gráfico, Para Ti y Somos. En televisión, Bernardo Neustadt marcaba agenda desde su programa Tiempo Nuevo. En la radio, José María Muñoz monopolizaba el discurso desde su relato deportivo cargado de contenido prodictadura.
“Yo siempre digo que la Argentina salió campeón a pesar de la dictadura y no gracias a la dictadura. Argentina tenía un gran equipo y su conquista fue legítima. No hubo ningún arreglo. Eso no existe, no existió ni existirá en una Copa del Mundo. Sí, es cierto: hubiera sido mejor que se realizara en democracia, pero lamentablemente no fue así”, apunta Cherquis Bialo.
El día después al grito de campeón, El Gráfico realizó una entrevista exclusiva con Jorge Rafael Videla y Cherquis fue uno de los periodistas encargados de la nota en Casa Rosada. “Fue un acto muy corto, protocolar. Fuimos a llevarle al Presidente el álbum del Mundial, un compilado con las mejores fotos de la revista. Hicimos lo mismo luego de la consagración en 1986. La charla con Videla fue cordial, fuimos invitados por Constancio Vigil, entregamos el álbum, hicimos una entrevista acotada en su oficina y nada más”, recuerda.
Ariel Scher es uno de los periodistas argentinos que más profundizó en el vínculo entre el deporte y la política. Vivió el Mundial como un hincha más a sus 16 años. Pasó varias horas haciendo fila para conseguir las entradas para la ceremonia inaugural y junto a su padre y a un amigo vivió en el Monumental la final contra Holanda.
“El Mundial 78 tiene relatos sobre el juego, sobre la Argentina y sobre universos falaces. El relato de la no pelota contaba un país que no era. La dictadura tuvo muy claro que la construcción del acontecimiento era una construcción comunicacional. Su alianza con empresarios de la comunicación facilitaba esta intención. Por eso el relato tuvo los matices que ahora reconocemos: exaltación de la nacionalidad y un juego muy potente entre el triunfo de todos y el triunfo de los jugadores, la patria y el fútbol unidos. Esto es algo que siempre existió en la Argentina, inclusive antes del Mundial, pero que con la dictadura se vio magnificado”, analiza Scher.
Para Ezequiel Fernández Moores la cobertura del Mundial fue su puerta de entrada al periodismo. Sin saber bien cuál sería su oficio, terminó la secundaria y se anotó en el Círculo de Prensa en 1976. “Dos años más tarde comencé a trabajar en la agencia NA. Me tocó cubrir el Mundial 78 y simplemente por curiosidad me di cuenta que ahí pasaban otras cosas, además del fútbol. Desconociendo la dimensión del horror, que como mucha gente nos enteramos bastante después, igual se podía vislumbrar que algunas otras cosas estaban sucediendo y se estaban tapando. El Mundial fue un momento clave", recuerda.
Como ocurre en todas las épocas, Panno detiene la pelota y marca una diferencia fundamental entre la labor de las cúpulas empresariales y la de los periodistas que cubrían el día a día de la competencia. “Cuando había que hacer una nota claramente en defensa de la dictadura o de apoyo a Videla sabían que al 95% de la redacción no podían venir a pedirnos eso. Entonces ahí estaban los directores de la revista o el propio Constancio Vigil al mando”, aclara.
Mientras tanto, los medios celebraban con ventas impresionantes la consagración del equipo de César Menotti. La edición de El Gráfico de Argentina campeón alcanzó su récord histórico en ejemplares vendidos hasta el momento: 600.000 números.
“El fenómeno deportivo siempre es muy tentador para inducir sumisiones y rebeliones. Y obviamente la dictadura se abasteció de relatores en este sentido. Para la dictadura el Mundial fue ubicado en un lugar tan estratégico en términos de comunicación como la Guerra de Malvinas”, analiza Scher.
Y a pesar del paso del tiempo hay heridas que siguen abiertas. “Me pregunto todo el tiempo si no pude haber hecho algo más yo para denunciar aquello que vivimos”, piensa en voz alta Panno.