Argentina acababa de salir campeona del mundo por primera vez en su historia y en el Hotel Plaza los jugadores celebraban la consagración. En medio de la fiesta, el director técnico, César Luis Menotti, recordó que tenía una promesa por cumplir. Y ahí estaba, como siempre, Vicente “El Negro” Nieva para acompañarlo.
Menotti había prometido que si la Selección ganaba la Copa daría una “vuelta olímpica” al Obelisco. Y lo hizo. Con la logística de Nieva, su amigo inseparable, un héroe anónimo —como lo definieron algunos periodistas— dentro del plantel campeón.
El Flaco y el Negro se conocieron en la década del 60 y se hicieron amigos inseparables. Los unió Enrique Santiago Fernández, un exfutbolista de Rosario Central que compartió cancha con Menotti y amistad con Nieva. Muchos no entendían qué hacía el Negro junto al primer equipo argentino, pero nadie quería que se fuera de ese lugar privilegiado. Su figura aparece en casi todas las fotos íntimas del grupo durante la concentración en la quinta Salvatori en José C. Paz.
En enero y en el Balneario 12 (por ese entonces se llamaba San Jorge) de Mar del Plata, donde el Negro trabajaba como guardavidas, cuando todavía faltaban cinco meses para el inicio del Mundial, entre sol y mates, Menotti lanzó la promesa al aire. Y Nieva la registró en un papelito, con la firma del Flaco.
El día de la consagración, Menotti volvió a acudir a Nieva. Y juntos se fueron de la fiesta. El DT salió del hotel dentro de una camioneta de la Policía para evitar que lo vieran. Detrás, el Negro se subió al auto de Menotti y empezó a seguirlos. La misión era evitar a la multitud que celebraba el campeonato.
Así llegaron hasta un bar en el que se encontraron con el resto del cuerpo técnico y terminaron de gestar el plan. Una escena imposible de transpolar: la Argentina campeona del mundo en su país y el DT junto a sus ayudantes sentados en un bar del centro porteño a la espera de ir al Obelisco para dar una vuelta y cerrar el círculo.
Allí estaba Menotti junto a sus ayudantes Rogelio Poncini, Ricardo Pizzarotti y Roberto Saporiti. Y el Negro Nieva. Llegaron al Obelisco a las cinco menos cuarto de la mañana.
De acuerdo a una crónica de la revista La Semana, quedaban en la zona un puñado de hinchas festejando que no podían entender lo que veían.
La historia fue adquiriendo condimentos diversos con el paso del tiempo. Algunos afirman que Menotti y sus ayudantes dieron la vuelta vestidos como jugadores, con la camiseta celeste y blanca y los pantaloncitos cortos. No hay fotografías que registren el momento. Sólo el recuerdo que sigue latiendo.
* Mariano Nieva, autor de este artículo, es sobrino del Negro Nieva.