No habían pasado cinco minutos desde que el Boeing que lo traía desde los Estados Unidos sobrevolaba Buenos Aires, cuando Henry Kissinger comenzó a seguir al pie de la letra el libreto que había venido a cumplir al país aquellos días de junio de 1978.
El exsecretario de Estado de Richard Nixon y Gerald Ford miró por la ventana y les dijo a los periodistas que cubrían su viaje: “Siempre quise conocer la Argentina. Por fin llegó la hora de concretar ese anhelo. Por lo pronto, veo que Buenos Aires es, sencillamente, deslumbrante”. El hombre medía cada una de sus palabras, sabía lo que había venido a hacer.
Henry Kissinger fue el invitado de honor del dictador Jorge Rafael Videla durante el Mundial de Fútbol de 1978. A lo largo de cinco días, no sólo presenció los partidos finales del campeonato en los estadios de River y Rosario Central sino que compartió almuerzos, cenas, reuniones, charlas y visitas a instituciones rodeado celebridades, intelectuales, empresarios y militares.
Su agenda fue organizada por la Junta Militar y estuvo pensada meticulosamente. Su presencia trascendió lo meramente protocolar y tuvo “un hondo contenido político”. Así lo reconoció el por entonces embajador de Buenos Aires en los Estados Unidos Jorge Aja Espil a la Revista Somos, en su edición número 92 del 23 de junio de 1978.
La imagen que recibió la sociedad fue otra. “Retirado de la política” hace casi tres años, Kissinger venía a “conocer el país” en su rol de apasionado del fútbol. Una cosa es cierta: desde México 70, el exconsejero de Seguridad Nacional de la Casa Blanca acomoda su agenda cada cuatro años para presenciar la Copa del Mundo. La otra es relativa: a pesar de lo que decía ante la prensa, Kissinger ya conocía la Argentina.
Documentos desclasificados del Departamento de Estado revelan que en 1976 el “Doctor K” apoyó la “guerra” contra “la subversión” y urgió a la dictadura a terminar “rápido” su trabajo para evitar problemas a futuro con el Congreso norteamericano.
Algo parecido reflejan los memos secretos que envió la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires en 1978, mientras el presidente Jimmy Carter intentaba darle un giro a su política de derechos humanos en la región, luego de que los gobiernos de facto dejaran un reguero de sangre en todo América del Sur a partir del Plan Cóndor.
“Kissinger aplaudió los esfuerzos de la Argentina en la lucha contra el terrorismo”, reza un cable que ofrece detalles sobre un almuerzo entre Videla y su invitado de honor.
Otro despacho da cuenta que Kissinger fue aún más lejos y afirmó que “el gobierno de la Argentina había hecho un trabajo excelente aniquilando a las fuerzas terroristas” en una reunión con el Consejo Argentino de Relaciones Internacionales.
Todo esto sucedía mientras en los diarios y las revistas el ex Secretario de Estado norteamericano aparecía junto al ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz en una estancia de Tandil, tomando mate en La Rural o compartiendo charlas con el escritor Jorge Luis Borges y el premio Nobel de Bioquímica Luis Federico Leloir.
Entonces, ¿cuál fue el verdadero motivo de la llegada de Kissinger al país? Para algunos, está claro. A pesar de haber dejado su cargo en la Secretaría de Estado, Kissinger seguía siendo un hombre clave y con poder en el escenario internacional. Mientras tanto se paseaba por el mundo como toda una celebridad.
En la Argentina, vio los partidos decisivos del campeonato mundial en el palco oficial de los estadios de River y Rosario Central, sentado al lado de los miembros de las Juntas. Incluso no dudó en acompañar a Videla y al almirante Emilio Massera al vestuario de Perú, previo al encuentro que la Selección de César Luis Menotti ganó 6-0.
Antes de finalizar su visita, le concedió una entrevista al periodista Bernardo Neustard, que conducía "Tiempo Nuevo" por Canal 11, y se tomó el tiempo de hablar detenidamente con la prensa y dejar algunas de sus impresiones sobre la Argentina.
“El país que encontré no es el que publicita la prensa internacional. Su situación es malentendida en Europa y los Estados Unidos (...). El Mundial ha proyectado una excelente imagen de la Argentina hacia el mundo. Es obvio que el país ha obtenido un notable progreso en un lapso muy corto”, le dijo a la revista Somos.
Cuando en la calle comenzaban los festejos, Kissinger felicitó a Videla y dejó la Argentina en silencio. Ya había cumplido con su agenda, su trabajo estaba hecho.