El partido Argentina-Perú es uno de los recortes más sobresalientes del Mundial 78. Es un símbolo. Incluye todos los condimentos que acompañaron a la competición. Con suspicacias, mitos, rumores y acusaciones cruzadas que le hacen sombra a una goleada histórica. El equipo argentino necesitaba ganarle por al menos cuatro goles de diferencia a los peruanos. Fue 6-0. El envión necesario que los jugadores necesitaban rumbo a la final. Y el atajo ideal para resumir las dudas que seguirán latiendo en torno de la conquista.
“Ese partido lamentablemente es imborrable. Pasamos a la historia con pena”, remarca Héctor Chumpitaz, defensor central y capitán del equipo que cayó sin atenuantes en Rosario. “Fue de lo peor que nos pasó a cada uno de los jugadores en nuestras carreras. Dejamos una imagen triste ante los hinchas que pensaban que nos habíamos dejado hacer los goles”.
Chumpitaz desmiente cualquier tipo de arreglo. Se avergüenza por lo ocurrido, pero tiene una explicación. “No estábamos acostumbrados a jugar tan seguido. Con el correr de los partidos ya no fuimos los mismos. Es más, contra Argentina también fuimos de mayor a menor. Encima no jugábamos por nada, ya estábamos afuera del Mundial”.
El capitán recuerda que el arranque del partido fue parejo. Que mientras mantuvieron el nivel físico llegaron a fondo al arco que defendía el Pato Fillol y hasta pegaron un tiro en el palo que pudo haber cambiado la historia. Pero no. Fueron cayendo los goles. Argentina se agrandó y Perú... ¿Qué pasó con Perú?
“Jugué el partido y puedo jurar que no hubo arreglo”, sentencia Teófilo Cubillas, el mejor jugador de la historia del fútbol peruano y una de las figuras del Mundial 78.
Y agrega: “Brasil perdió 7-1 en el Mundial de 2014, para colmo de local, y nadie se pone a desconfiar de la goleada. Es más, en el mismo Mundial 78 México perdió 6-0 contra Alemania. Se han dado resultados así. Criticar es muy fácil. Lo único que digo es que no hay que buscar culpables por la derrota. No puede ser nunca culpa de uno o dos jugadores. Acá es todo el equipo, cuando ganamos en las primeras fechas o cuando perdimos en el final”.
A Juan Carlos Oblitas el paso del tiempo no le borró las dudas. Siente que “en ese partido pasaron cosas raras” y remarca: “Por el único que pongo las manos en el fuego es por Quiroga, nuestro arquero. Todos dudaban de él y no tuvo ninguna responsabilidad en los goles”.
El famoso partido fue el último de la segunda fase del Mundial. Argentina peleaba con Brasil el pasaje a la final. Los brasileños le habían ganado a Polonia 3-1 en primer turno y Argentina debía superar por al menos cuatro goles a los peruanos para clasificarse.
Perú ya estaba con la cabeza en otra cosa. Luego de una gran primera ronda con triunfos ante Escocia (3-1) e Irán (4-1) y un buen empate sin goles frente a Holanda, quedó en la cima del grupo 4. Lo esperaban tres partidos en una semana y no estuvo a la altura: 0-3 contra Brasil en Mendoza, 0-1 ante Polonia en la misma provincia y, ya eliminado, el 0-6 ante el local en Rosario el 21 de junio.
A partir de ese momento se dispararon las dudas. Y el fantasma del arreglo sigue sobrevolando.
Los jugadores peruanos confirman que Jorge Rafael Videla entró al vestuario visitante en la previa del partido. Y que no lo hizo solo. Lo acompañaba Henry Kissinger, ex secretario de Estado de los Estados Unidos. Videla leyó un comunicado a través del cual remarcó la hermandad entre los pueblos de Perú y de Argentina. Por ese entonces, el gobierno peruano encabezado por el dictador Francisco Morales Bermúdez tenía lazos cercanos con el de Videla. Es más, el jefe de la delegación peruana en el Mundial fue “Paquito”, hijo del dictador.
Las sospechas se extendieron a la hora del juego. El primer apuntado fue el arquero Ramón Quiroga, argentino nacionalizado peruano. Antes del partido, parte del plantel le pidió al DT que no lo pusiera como titular y así evitar suspicacias. Lo cierto es que jugó y que no tuvo responsabilidad clara en los goles. Luego de la abultada derrota, Quiroga escribió una carta en Clarín en la que pretendía salvar su honor y el de sus compañeros.
Otros de los señalados fue Rodulfo Manzo, defensor al que acusaron de arreglar su transferencia a Vélez en la previa del choque mundialista a cambio de ir para atrás. También llamaron la atención algunas decisiones del entrenador, Marcos Calderón, fallecido en 1987. En el segundo tiempo y con el partido 0-2 hizo ingresar a Raúl Gorriti, quien no había jugado un minuto en el Mundial, en lugar de José Velásquez.
A partir de esa modificación, llegaron los goles argentinos en cascada: 3, 4, 5 y 6. Fue justamente Velásquez el único de los jugadores peruanos en denunciar un supuesto arreglo para facilitar la goleada argentina. Sin pruebas fehacientes, acusó directamente a sus compañeros Manzo, Raúl Gorriti (mediocampista, ya fallecido), Juan José Muñanante (delantero que ese día pegó un tiro en el palo cuando el partido estaba 0-0) y Ramón Quiroga.
Los mitos se multiplicaron. Desde los cargamentos de trigo que partían de Argentina rumbo a Perú hasta una estrategia encolumnada como parte del Plan Cóndor. De la amenaza solapada de Videla a las sospechas incomprobables de soborno.
Mientras la Argentina avanzaba a la final, Perú era recibida en su país con insultos y reclamos. “Nos gritaban que éramos unos vendidos. La gente estaba enfurecida en el aeropuerto. Fue muy triste”, admite el capitán Chumpitaz.