Es muy común que cualquiera que haya vivido la época recuerde haber visto el Mundial 78 en colores. Sin embargo, en los hogares argentinos aquel campeonato se vio en blanco y negro: la televisión a color llegó casi dos años después, el 1 de mayo de 1980. La explicación a ese desfase de las memorias radica quizá en la parafernalia con que en 1978 se difundió la creación de Argentina 78 Televisora (A78TV), la sociedad que luego se convertiría en Argentina Televisora Color. ATC: así se conoció durante décadas al Canal 7, incluso con otros juegos de palabras, como cuando en la década neoliberal de 1990 adoptó el lema “Ahora También Competimos”.

Pero en 1978 Canal 7 era Canal 7 y transmitía imágenes en blanco y negro, igual que los demás canales porteños (el 9, el 11 y el 13). Todos estaban en manos del gobierno desde 1973, cuando se habían vencido las licencias de los medios privados. La dictadura había puesto uno en manos de cada fuerza armada, y el 7 dependía directamente de Presidencia de la Nación.

Los cuatro canales recibieron imágenes producidas por el Centro de Producción de A78TV que el dictador Rafael Videla inauguró el 19 de mayo de 1978 en Avenida Figueroa Alcorta y Tagle: un complejo imponente de 28.000 metros cuadrados, al que se sumaban varios subcentros ubicados en Mendoza, Córdoba, Rosario y Mar del Plata.

“La nueva televisión comienza con el Mundial”, anunciaban las publicidades del gobierno de facto, que intentaban justificar el multimillonario gasto con el slogan: “Lo que se hace para el ‘78 queda para después del ‘78”. El país venía atrasado en los avances: diez años antes, los Juegos Olímpicos de México ya se habían transmitido en directo (vía satélite) y con colores que las pantallas argentinas no conocían.

Pero la transmisión cromática del Mundial 78 fue sólo para países extranjeros y para una selecta propuesta llamada “Gran TV Color”, que funcionó en cines, teatros y otros sitios ubicados fuera del hogar. Con un precio de entrada elevado, sólo fue consumida por algunos miles de personas. Mientras que en el exterior se calcula que fue visto en directo por 1500 millones: “Imágenes que no tengo dudas desplazarán definitivamente a aquellas que respondiendo a la falacia que propala la subversión internacional, intentan imponer sus negros designios”, arengó en el acto inaugural de A78TV el secretario de Información Pública, el marino de guerra Rubén Oscar Franco, condenado en 2017 por delitos de lesa humanidad en el marco de la mega-causa ESMA.

También anunció: “Se encuentran en proceso de evaluación los instrumentos legales que, en cumplimiento de los objetivos, políticas y bases promulgadas por la Junta Militar, permitirán establecer las normas que regirán la radiodifusión argentina”. Para entonces, la dictadura tenía pendientes dos decisiones clave: la sanción de una nueva “ley” de radiodifusión y la definición de la norma técnica que regiría la televisión a color en el país.

La primera se dictó por decreto en septiembre de 1980: un decreto impregnado por la Doctrina de Seguridad Nacional, a medida de asociaciones empresarias, que estuvo vigente por casi tres décadas. La segunda se resolvió en el mismo año 1978: el 30 de octubre, cuando ya se había transmitido el Mundial, el decreto-ley 21.895 autorizó las primeras emisiones y —sin hacer explícitas las razones— adoptó el sistema PAL-N, de origen alemán, con una adaptación brasileña.

Fue una decisión llamativa para una televisión que desde los años ‘50 venía desarrollándose con pautas norteamericanas: “La racionalidad económica indicaba que la adopción del color iba a continuar esta tendencia, con lo cual la norma NTSC sería la elegida”, sostienen Glenn Postolski y Santiago Marino en el libro Mucho ruido y pocas leyes. Sin embargo, dicen, fue el lobby de la FIFA el que inclinó el país hacia el sistema alemán. Esa decisión técnica-política fue, pues, una herencia del Mundial.

Otra fue la gigantesca instalación de Figueroa Alcorta y Tagle. Según Postolski y Marino, de los 520 millones de dólares que costó el Mundial (un despropósito frente a los 150 de España 82), 70 fueron para ese edificio y su equipamiento. Otras fuentes arriesgan costos aún mayores, pero la relación es similar: la séptima parte de los gastos del certamen fue para A78TV. Por los derechos de transmisión, el país recibió alrededor de 12 millones de dólares, mientras que la emisión local recaudó apenas un millón en concepto de publicidad.

Aunque algunos imaginaban allí un hipermercado, tras el Mundial las grandes instalaciones se asignaron al Canal 7, que hasta entonces funcionaba en el edificio Alas, en plena Avenida 9 de Julio. Junto a la mudanza, las autoridades contrataron a una agencia de publicidad francesa, Lautrec, que fue la que inventó ATC.