Los tres altos mandos de las Fuerzas Armadas argentinas que comandaron la Primera Junta Militar de la última dictadura fueron los anfitriones de la “fiesta” del Mundial de Fútbol de 1978. Vestidos de civil, uno al lado del otro, disfrutaron desde los palcos oficiales de los estadios mundialistas las ceremonias de apertura y cierre del campeonato, gritaron goles y entregaron el trofeo a la selección argentina. Jorge Rafael Videla, Emilio Massera y Orlando Agosti no estuvieron siempre solos. Los acompañaron, en diversos partidos, el nuncio apostólico Pío Laghi; el cardenal de Buenos Aires Juan Carlos Aramburu; el titular de AFA Alfredo Cantilo; el de la FIFA Joao Havelange; el invitado de lujo de los dictadores Henry Kissinger y el vicepresidente del Ente Autárquico Mundial ‘78, Carlos Lacoste, entre otros.
Videla era, entonces, comandante del Ejército argentino, representante de esa fuerza en la Junta Militar que dio el golpe de Estado el 24 de marzo de 1976, a la que los dictadores llamaron Proceso de Reorganización Nacional, y presidente de facto de la Nación. Era, también, uno de los responsable del plan sistemático de tortura y exterminio que por aquellos años secuestraba, torturaba, asesinaba y desaparecía a militantes y sociales, estudiantes, trabajadores y referentes políticos y sociales en todo el territorio nacional, que se apropiaba de sus hijos e hijas, que robaba sus bienes.
Desde el palco oficial, Videla fue el encargado de ofrecer el discurso de apertura del Mundial de Fútbol de 1978 en la ceremonia de arranque del campeonato, que se llevó a cabo en el estadio mundialista de River Plate el 1 de junio de ese año, y quien entregó la Copa del Mundo a la selección argentina, al cierre del torneo, 25 días más tarde. Nada dijo entonces de los crímenes que por entonces ordenaba y cuando se refirió a ellos, años después, lo hizo en tono reivindicativo. Había nacido en Mercedes, provincia de Buenos Aires.
En la última entrevista que brindó a un medio de comunicación habló sobre el campeonato. A la revista española Cambio16, desde la cárcel de Marcos Paz, se mostró orgulloso: “Tuvimos la suerte de organizar este evento en un momento en que la amenaza terrorista había sido doblegada. Además, para congratularnos más, Argentina ganó ese campeonato mundial y al margen de que habíamos ganado, el país mostró su capacidad de organización en un corto tiempo.” Cambio16 no existe más.
A su derecha se ubicó en cada partido el representante de la Armada en la Primera Junta Militar, Emilio Massera, comandante de esa fuerza por aquellos años. El centro clandestino de detención y exterminio que funcionó en lo que hoy es la ex Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), por el que se prevee pasaron más de 5 mil personas, estuvo a su cargo. También la creación y el funcionamiento del Centro Piloto de París, uno de los epicentros de la campaña que la dictadura desplegó en Europa para contrarrestar las estrategias de boicot al campeonato mundial que entablaron sobrevivientes exiliados y personalidades de la cultura y la comunicación defensoras de los derechos humanos en ese continente.
A diferencia de Videla, el paranaense Massera soñaba con que el Golpe de Estado fuera un paso de transición hacia la política. En ese sentido, insistió en la realización del Mundial de Fútbol de 1978 e impulsó el operativo de organización del evento. De hecho, el Ente Autárquico Mundial 1978 funcionó dentro del ala del Ministerio de Bienestar Social, que en la primera Junta Militar fue controlada por la Armada y fue decisión de Massera que Carlos Lacoste manejara el organismo.
Orlando Agosti gritó los goles de Argentina en el Mundial a la izquierda de Videla. Representante de la Fuerza Aérea en la primera Junta Militar, tuvo un perfil más bajo que sus colegas en el primer triunvirato golpista, aunque su desempeño en la fuerza, desde su ingreso en 1944 hasta su pase a retiro en 1979, estuvo signado por un profundo antiperonismo. La última y más sanguinaria dictadura cívico militar fue el asalto al poder democrático del que participó que tuvo “éxito”, pero no el único: a mediados de la década del ‘50 fue parte de un levantamiento armado que lideró Benjamín Menéndez previo al golpe de Estado de 1955 contra Juan Domingo Perón.
Videla, Massera y Agosti, junto a los integrantes de las otros triunviros que dirigieron la última dictadura cívico militar, fueron hallados culpables de asesinatos, secuestros, torturas, robos y usurpaciones, falsificación de documentación, extorsión y robo de niños y niñas, entre otras violaciones a los derechos humanos en el Juicio a las Juntas que se llevó a cabo en Buenos Aires en 1985, casi dos años después del regreso a la democracia.
Las bases de aquel histórico juicio fueron la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), que por orden del entonces presidente Raúl Alfonsín, recopiló denuncias de sobrevivientes y familiares de desaparecidos y asesinados durante el terrorismo de Estado desarrollado por los dictadores, y el testimonio judicial que muchos de ellos ofrecieron ante los jueces de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional Federal de la Ciudad de Buenos Aires, integrada por Jorge Torlasco, Ricardo Gil Lavedra, León Carlos Arslanián, Jorge Valerga Araoz, Guillermo Ledesma y Andrés J. D’Alessio.
En el Juicio a las Juntas, Videla y Massera fueron condenados a reclusión perpetua; Agosti a cuatro años y seis meses de prisión. Los tres fueron destituidos de sus cargos militares. Las condenas fueron dejadas sin efecto en diciembre de 1990 tras el indulto con el que fueron beneficiados los represores que ordenó el entonces presidente Carlos Menem. El indulto completó el combo de impunidad que había comenzado con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final decretadas años antes.
Agosti falleció en 1997 sin haber sido nuevamente juzgado, tras la nulidad de esas leyes aprobada por el Congreso nacional en 2003 y su posterior inconstitucionalidad, ordenada por la Corte Suprema en la primera mitad de los 2000. Massera murió en prisión domiciliaria de un paro cardíaco. Estaba internado en el Hospital Naval. A Videla la muerte lo encontró en una celda de la cárcel de Marcos Paz, mientras cumplía una condena a prisión perpetua por delitos de lesa humanidad en la unidad Penitenciaria de San Martín, en Córdoba, y 50 años de encierro por la apropiación de menores durante la última dictadura.