Hacía más de un año que no sabía nada de su hijo, el mayor de sus cinco hijos, que había sido secuestrado por las fuerzas de seguridad estatales, cuando Marta Moreira de Alconada Aramburú se abrió paso entre un grupo de señoras que se acumulaban frente al micrófono en la Plaza de Mayo, sin saber que lo que diría la inmortalizaría para siempre. “Nosotros solamente queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos, pero queremos saber dónde están. Ya no sabemos a quién recurrir: consulados, embajadas, ministerios, iglesias, todas partes se nos han cerrado las puertas. Por eso les rogamos a ustedes, son nuestra última esperanza. Por favor, ayúdennos. Ayúdennos, por favor. Son nuestra última esperanza”, rogó a un periodista holandés que no solo llegó a Argentina aquel invierno para transmitir noticias en relación con el Mundial 78, sino también para informar sobre las desapariciones de hombres y mujeres en manos de la dictadura militar que reinaba entonces.

El reclamo de las Madres de Plaza de Mayo no era desconocido en Argentina ni en el mundo, aunque pocos medios de comunicación locales le daban espacio en sus páginas o minutos de aire en sus noticieros. El diario Buenos Aires Herald, que se editaba en Buenos Aires en idioma inglés, fue el único que brindó cobertura a los pedidos de Marta y otras tantas mujeres por información sobre sus hijos e hijas a quienes las fuerzas de seguridad —el Ejército, la Armada, la Fuerza Aérea o la Policía, según el caso— se habían llevado de sus casas, de la calle, de la universidad, sin brindar detalles sobre los por qué ni los dónde. El Herald contaba que las Madres eran llamadas “Mad Mothers”, madres locas, en la Argentina.  

Las rondas en torno de la Pirámide de Mayo se volvieron su emblema que, de a poco, comenzó a traspasar las fronteras nacionales. Aquel invierno de 1978 la Argentina estaba en el centro de los medios de comunicación de diversas partes del mundo porque en junio sería escenario del Onceavo Campeonato de Fútbol Mundial y si bien el evento fue utilizado por la dictadura cívico militar para intentar mitigar las denuncias que ya circulaban en el exterior sobre violaciones de los derechos humanos de las que era responsable, no pudo callar el reclamo de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo.

Para el director del Buenos Aires Herald, Robert Cox, una de las cosas buenas que tenía el Mundial de Fútbol era que Argentina recibiría la visita de periodistas extranjeros. “Periodistas deportivos que empezaban a darse cuenta de lo que estaba pasando acá. Los militares intentaban asustarlos, pero... las historias comenzaron a emerger”, recordó Cox.

Entonces, la organización de derechos humanos Amnistía Internacional había comenzado una campaña de denuncia sobre los secuestros, las torturas y las desapariciones que el terrorismo de Estado estaba provocando en la Argentina, destinada a la gente que vendría al país a ver el mejor fútbol del mundo. El periodista resumió el espíritu de la campaña de esta manera: “No solo verá fútbol maravilloso, allí están asesinando gente”.

Amnistía también contactó a periodistas que vendrían a trabajar durante el campeonato. Algunos equipos trabajaron sobre el Mundial de Fútbol 78 pero también dedicaron parte de su tiempo a recolectar testimonios de madres y abuelas que buscaban a hijos e hijas secuestrados o nietos robados. La cadena de televisión inglesa BBC, la holandesa y comunicadores de Suecia se acercaron a la Plaza de Mayo. Fue ante ellos que Marta Moreira de Alconada Aramburú, Enriqueta Maroni y otras Madres pidieron ayuda.

Enriqueta denunció la forma en la que sus hijos habían sido secuestrados por los militares (Archivo de Memoria Abierta)

Una de ellas explicó frente al micrófono que estaban ahí para saber dónde estaban sus hijos. Otra aclaró que buscaban “eso nada más, (saber) si están vivos, si están muertos, que nos respondan, nada más”. Y luego pasó al frente Marta, que hasta entonces oía desde atrás del tumulto. Se paró frente a la cámara sosteniendo en sus manos el cartel que colgaba de su cuello en el que en fibrón azul decía “queremos saber dónde están nuestros hijos”.

Un retazo de tela blanca le cubre la cabellera entrecana. Mira al periodista y empieza a hablar: “Nosotras solamente queremos saber dónde están nuestros hijos. Vivos o muertos, pero queremos saber dónde están. Nos dicen que los argentinos en el extranjero están dando una falsa imagen de la Argentina. Nosotras que somos argentinas, vivimos en la Argentina, les podemos asegurar que hay miles y miles de hogares sufriendo mucho dolor, mucha angustia, mucha desesperación y tristeza porque no nos dicen dónde están nuestros hijos, no sabemos nada de ellos. Nos han quitado lo más preciado que puede tener una madre. Angustia porque no sabemos si están enfermos, si tienen frío, si tienen hambre. No sabemos nada. Y desesperación, señor, porque ya no sabemos a quién recurrir. Consulados, embajadas, ministerios, iglesias, en todas partes se nos han cerrado las puertas. Por eso les rogamos a ustedes, son nuestra última esperanza. Por favor, ayúdennos, ayúdennos, por favor. Son nuestra última esperanza”.

Luego habló Enriqueta Maroni, quien reclamaba —y lo sigue haciendo— por el paradero de dos de sus hijos. Enriqueta denunció la forma en la que sus hijos y los del resto de las mujeres de pañuelos blancos en la cabeza como ella habían sido secuestrados. “Han venido a nuestras casas, las han allanado, han robado cuanto han querido, han destrozado las casas, porque las han destrozado, y robado todo lo que tenemos, además de nuestros hijos, y nunca más supimos nada de ellos. El Ejército lo ha hecho a eso.”

Esa tarde, además de los medios de comunicación extranjeros estuvo presente el Buenos Aires Herald. Para ese diario, el encuentro entre la prensa internacional y las Madres de Plaza de Mayo fue noticia y la contó al otro día. En un artículo titulado “Trabajadores de la TV filman a las madres locas” relató que las “madres locas de Plaza de Mayo” recibieron cobertura masiva de los medios televisivos de europa. El artículo menciona que la rueda de las madres frente a la Casa de Gobierno fue filmada por grupos de la televisión holandesa, belga e inglesa, la BBC. También menciona que luego llegaron fotógrafos de publicaciones extranjeras. Y que cuando los periodistas comenzaron a entrevistar a las madres aparecieron “dos patrulleros”, que “los policías uniformados se acercaron a la escena pero se quedaron observando desde los bordes”. Y que, luego, policías de civil “intervinieron”. La televisión holandesa grabó a un policía insistiendo a las madres con que “circularan” por la plaza, que no se quedaran quietas. Nunca más lo hicieron.