Cuando pienso en el Mundial 78 pasa por mi cabeza un torbellino confuso de sentimientos y recuerdos como militante y como hincha del fútbol. Por una parte, por haber sido testigo y protagonista como detenido-desaparecido de las estrategias represivas de la Marina para incidir en el desarrollo del Mundial y, por otra parte, por el sufrimiento de seguir como hincha la actuación de la Selección.

Viví con culpa la contradicción de querer como militante que Argentina no ganara el Mundial porque pensaba que sería una “victoria” que serviría a los fines políticos de la dictadura de perpetuarse en el poder. Pero como hincha no podía contener la alegría cuando me enteraba que ganaba la Selección o incluso al escuchar los gritos de la hinchada que desde el estadio Monumental llegaban hasta la ESMA.

Me detuvieron el 20 de octubre de 1976, como a las 8 de la mañana, en La Matanza. Varias personas de civil, armadas, que luego identifiqué como pertenecientes a la ESMA, me obligaron a tirarme al piso para esposarme. Eso me dio tiempo para ingerir una pastilla de cianuro para intentar quitarme la vida. No lo logré. Recuerdo que me metieron en el baúl de un auto, donde fui progresivamente perdiendo el conocimiento.

Ahí comprobé que efectivamente al momento de la muerte todos los momentos importantes de lo vivido pasan como si fueran una película: el recuerdo que tengo es de una sensación de tranquilidad. Cuando desperté estaba encapuchado y esposado, tirado arriba de otros cuerpos. Traté de hacerme el muerto pero luego de un rato se dieron cuenta.

Yo fui uno de los detenidos en La Pecera, el sitio construido en la segunda mitad de 1977 en el ala opuesta del altillo del Casino de Oficiales de la ESMA. Eran cubículos de oficinas, entre ellos la biblioteca, el comedor de diario, el despacho del teniente Juan Carlos Rolón, y también la oficina de prensa y teletipos.

Mi función era seguir y analizar las noticias de algunas agencias internacionales, específicamente las que tenían que ver con la imagen de Argentina en el exterior, o sea, las referidas a las denuncias por violaciones de los derechos humanos, protestas populares, críticas externas a la dictadura, etcétera.

Más adelante comenzamos a redactar noticias para el noticiero diario de la Radiodifusión Argentina al Exterior (RAE), también dependiente de la Marina. Además, hicimos reportajes para la Revista de la Cancillería, que se repartía en todas las embajadas.

A Raúl Cubas lo hicieron pasar por periodista y lo llevaron a entrevistar a Menotti.

Hasta que un día vinieron con la idea de entrevistar al director técnico de la Selección, César Luis Menotti. Se le ocurrió a Cancillería. Le propusieron a Rolón, que era el oficial a cargo de La Pecera, hacer el reportaje para contrarrestar la presunta “campaña antiargentina” en el exterior. Había que transmitir que en la Argentina reinaban la paz y la seguridad, que la organización del Mundial no presentaba inconvenientes de ningún tipo.

¿Por qué me eligen a mí para ir a la entrevista? Por tres cosas: era el que más tiempo tenía en la oficina de prensa, sabía bastante de fútbol y además tenían el dato de que yo había trabajado en la Revista 7 Días, aunque nunca como periodista. Así surgió todo.

Recuerdo que me hicieron unas credenciales de prensa falsas y me compraron ropa: un pantalón de gabardina, camisa, corbata y un saco azul, que estrené el día de la entrevista.

Llegó el día. Fue a última hora de la tarde en Ezeiza. Por la mañana ultimé los detalles del reportaje. Tenía una premisa: mi límite era no hacer preguntas que facilitaran respuestas favorables a la dictadura militar; o sea, las iba a limitar al ámbito meramente deportivo.

Al llegar a Ezeiza, siempre escoltado por mis captores, me preocupé porque en la vigilancia de la entrada reconocí a personal de la ESMA que hacía de custodia.

Pero la conferencia se realizó sin problemas. Ni Rolón ni yo hicimos preguntas. Luego hubo una cena y, al finalizar, llegó mi turno: le dije a Rolón que quería hacer la entrevista solo porque me ponía nervioso y por suerte accedió. Entonces fui y encaré a Menotti.

El momento de mayor nerviosismo fue cuando me presenté como medio de prensa de la Cancillería. El técnico no entendía que fuera de un medio no deportivo, pero le expliqué que era una revista muy leída por los compatriotas que estaban en el exterior y demandaban información sobre el Mundial.

Se me cruzaron mil cosas por la cabeza. Pensé en poder generarle confianza a Menotti para sincerarme y contarle mi situación en la ESMA. También pensé en decirles los nombres de los compañeros y compañeras que en ese momento estaban detenidos-desaparecidos. Para ese momento no tenía confianza política en Menotti, por ser un hombre vinculado a la izquierda y haber aceptado esa responsabilidad bajo una dictadura militar. Tampoco tuve el valor de hacerlo, tenía miedo de su reacción ante una situación tan surrealista, miedo por las consecuencias para mi familia.

Al finalizar la entrevista me comprometí a enviarle un ejemplar. Nunca supe si el Ministerio se la hizo llegar.

Hace algunos años intenté conseguir un ejemplar en la Cancillería, pero me dijeron que no tenían.