Un repaso por las principales curiosidades de la Copa del Mundo 1978.

1. El emblema

Una fotografía del presidente Juan Domingo Perón de espaldas fue la inspiración. Esa es la leyenda en torno al emblema del Mundial 78. ¿Por qué Perón en el Mundial organizado por la dictadura cívico-militar? ¿Por qué una foto del expresidente?

Perón asumió su primera presidencia en 1945 y sus dos primeros mandatos, hasta el golpe militar de 1955, transformaron su doctrina de la justicia social en un poderoso movimiento popular. La conexión entre Perón y el pueblo trabajador que colmaba la Plaza de Mayo para ir escucharlo hablar desde el balcón de la Casa Rosada quedó sellada en infinidad de oportunidades con la imagen del mandatario saludando a la multitud, con los brazos en alto rodeando su cabeza. Incluso aquel 1 de mayo de 1974, cuando echó de la plaza a la organización peronista Montoneros, puntapié del plan de exterminio que comenzaría un año después. El Mundial fue organizado durante la dictadura cívico-militar, pero la otorgación de la sede para la Argentina había sido acordada en la cumbre de la FIFA de 1964. Diez años después, en aquel 1974, Perón había creado la Comisión de Apoyo al Mundial, pero, según relata el periodista Ricardo Gotta en Fuimos campeones, Argentina estaba al borde de incumplir con la oficialización del emblema, que tenía que presentarse ese mismo año en el Mundial en Alemania.

Dicen que fue el ministro de Bienestar Social, José López Rega, responsable de la Comisión Mundial 78, quien dio el visto bueno ante la idea de uno de sus asesores.

La imagen de Perón de espaldas saludando a la multitud quedaría traducida: dos banderas argentinas de bandas paralelas, una a cada lado, envuelven una pelota de gajos blancos y negros. La pelota, la nuca del “General”. Las banderas, sus brazos. En 1972, con el régimen militar instalado por Juan Carlos Onganía aún en el poder, se había realizado un concurso abierto y sus ganadores fueron publicados por la revista Gente, pero la vuelta de Perón cambió aquella decisión y el emblema presentado a la FIFA por López Rega, ya no podría ser removido.

El emblema se presentaría oficialmente en la ceremonia de clausura Mundial 74, tras la final que ganaría el país anfitrión. Seis días antes había muerto Perón. “Auf wiedersehen, au revoir, good bye, adiós”, se leía en el cartel electrónico del estadio Olímpico de Munich, que reproducía el logo con los brazos de Perón en alto. “Argentina 78”, decía.

2. La sátira

Mientras en la Argentina reinaba el silencio o la complicidad de los medios de comunicación, el 6 de junio de 1978 fue publicado el número 1 de la revista Humor Registrado, fundada por Andrés Cascioli. La publicación utilizó el humor gráfico como una herramienta de periodismo crítico para lidiar contra la censura del régimen. La ilustración de tapa de aquel número inaugural tenía a “Menotti de Hoz”, una fusión del director técnico de la selección nacional César Luis Menotti con las orejas del ministro de Economía de la dictadura José Martínez de Hoz, y la frase: “El Mundial se hace cueste lo que cueste”. La crisis económica del país y los elevados costos del Mundial eran un tema filoso que los medios nacional buscaban soslayar.

Los tres primeros números estuvieron atravesado por el Mundial, con páginas especiales que ofrecían una cobertura ácida. “Las fantasías del Mundial”; el anticipo de que “¡Ya estaba todo arreglado!”, bromeando con una posible final entre Irán y Túnez; o las imágenes exclusivas de “la libreta de Menotti”, con anotaciones como “prohibir que se lea La Razón en la concentración”, diario que había sido sacado de circulación por la dictadura antes del Mundial 78, eran algunos de los artículos de la publicación de jóvenes periodistas y humoristas gráficos.

3. La pelota

La pelota oficial del Mundial 78 fue la Tango, lanzada por Adidas. Antes de alcanzar su diseño final, la marca alemana la modificó cinco veces. La característica innovadora era estar recubierta de una materia sintética que tiene como fin hacerla más impermeable a la lluvia. Las crónicas entusiastas del ‘78 precisaban que el cuero vacuno con el que estaba hecho la Tango era del lomo de novillos de entre 250 y 300 kilos, luego impermeabilizado. Para algunos jugadores ese material la hacía una pelota más inestable.

Fue el jugador alemán Rainer Bonhof, quien la definió como “un balón sin vida” y aseguró que tenía un comportamiento distinto, que no podía darle el efecto que lograba con los balones clásicos. Fueron los germanos los que le dieron el puntapié de bautismo en el partido inaugural con Polonia y por el efecto o no, los arcos quedaron en cero. El primer gol lo convertiría el francés Bernard Lacombe en el primer minuto de juego del segundo partido de la Copa frente a Italia. El diseño, con nuevas versiones, perduró en el tiempo y fue utilizada hasta, paradójicamente, el Mundial Francia 1998.

4. El gauchito

Destapadores, tazas, platos, cuadernos escolares, llaveros, remeras, vinchas, gorras, golosinas, ceniceros. “Mundialito” saturó todo merchandising posible en la previa de la Copa del Mundo. La mascota elegida por la dictadura cívico-militar era un niño vestido con la camiseta celeste y blanca, el sombrero de gaucho con la inscripción “Argentina 78”, una fusta en su brazo derecho y la pelota debajo del pie izquierdo.

El niño que representaba el estereotipo del gaucho fue encargado al estudio de Manuel García Ferré —creador de Anteojito, Hijitus y Petete, entre otros personajes infantiles— y de varios modelos quedó el del dibujante Hugo Casaglia en una selección interna. El logo recibió críticas por su similitud con “Juanito”, la mascota de México 70, que llevaba también la inscripción en su sombrero mexicano y la pelota bajo el pie derecho.

A diferencia de “Juanito”, “Mundialito” era zurdo como el futuro goleador Mario Alberto Kempes, pero la tribuna, en la final, gritaría los goles y festejaría arrojando papelitos con quien fue la mascota elegida por la gente: el Clemente de Caloi.

5. El diez

El 19 de mayo de 1978, Menotti dejó afuera de la Copa del Mundo a un joven Diego Armando Maradona, de 17 años. Diego ya era una promesa en ascenso en el fútbol argentino, donde jugaba para Argentinos Juniors. Aquel día, el técnico también le informaba a Víctor Alfredo Bottaniz y Humberto Rafael Bravo que no iban a formar parte del plantel mundialista. Cuando quedó entre los preseleccionados, el pibe de Villa Fiorito declaró: “Quiero estar en el Mundial aunque sea en el banco”. Había comenzado a entrenar con la Selección mayor a sus 16 años.

En la última etapa, Diego entraba de lunes a jueves bajo las órdenes de Menotti y de viernes a domingo jugaba para Argentinos Juniors. Finalmente, la pulseada por el lugar en la lista definitiva se resolvió a favor del mediocampista de Racing Ricardo Villa, quien ingresaría desde el banco en los partidos frente a Polonia y Brasil.

En una entrevista durante los amistosos previos al Mundial, Menotti había adelantado su preferencia por Villa. “Yo sé que la presencia de Maradona en el banco lo perjudicará porque, como ya pasó antes, el público pedirá al pibe”. El jugador de Racing se recuperaba de una lesión en la rodilla y de una infección que lo había hecho bajar de peso. “Maradona entrará cuando me parezca que es el momento oportuno. Que no se equivoque nadie: va a entrar cuando a mí me parezca y no cuando la tribuna lo pida”. Diego ganaría el Mundial Juvenil 1979 y comenzaría a hacer historia en la selección mayor a partir del Mundial de España 1982.

6. La 309

La dictadura cívico-militar creó el Ente Autárquico Mundial 78 para tomar el control de la antigua comisión organizadora, creada por decretos anteriores, y le dio superpoderes al capitán de navío Carlos Lacoste, quien oficialmente era el vicepresidente, y respondía al represor Emilio Massera. El primer movimiento fue quitar de la presidencia de la AFA a Davida Bracutto, hombre del sindicato metalúrgico y peronista, que había puesto a César Menotti como técnico. Según cuenta el escritor e investigador Pablo Alabarces en el libro Héroes, machos y patriotas, para lograrlo la Junta Militar bloqueó todas las cuentas bancarias de la asociación y forzó su salida para luego colocar allí a alguien que les respondiera: Alfredo Cantilo.

El periodista Ezequiel Fernández Moores recuerda la escasa experiencia de Cantilo en el mundo del fútbol: socio del Jockey Club y de Vélez, y expresidente del Colegio de Árbitros durante el periodo de intervención de la AFA, en la dictadura de Juan Carlos Onganía. Menotti conoció la noticia de la renuncia de Bracutto durante una gira por Europa y a su vuelta presentó su renuncia, que fue rechazada. La Junta Militar ya había tomado las riendas de la AFA y fijó una nueva norma para asegurar el trabajo del DT de cara al Mundial. El 1 de septiembre, según detalla Alabarces, Cantilo firmó la resolución 309, prohibiendo la transferencia internacional de 66 jugadores. El goleador Mario Alberto Kempes fue el único jugador extranjero del plantel campeón.

7. El cuartel argentino

“El cuartel argentino” fue la calificación castrense que le dio la revista Gente, que acompañaba la campaña de comunicación de la dictadura cívico-militar, al búnker de la Selección. La organización del Mundial se había planificado de tal forma que Argentina jugaría de local en el Monumental todos su partidos, mientras el resto de los equipos viajaba; incluso no debería haber cambiado de sede hasta la final, si no hubiese perdido ante Italia en el último partido de la primera ronda. Por eso, “el cuartel” se había montado en José C. Paz, en el oeste del Conurbano bonaerense, en el campo El Hacha, de la Fundación Salvatori. Allí fueron los jugadores a instalarse después de visitar al presidente de facto Jorge Rafael Videla, quien los alentó en el tono castrense que teñía todo: “Señores: así como el comandante arenga a su tropa antes del combate, así he querido hoy exhortarlos a que se sientan y sean realmente ganadores”, intentó emocionar al plantel capitaneado por Daniel Passarella, quien cumpliría 25 años pocos días después.

El “cuartel” estaba bajo un fuerte operativo de seguridad comandado por la Armada, bajo el mando del represor Emilio Massera, el mismo que tenía bajo su mando el centro clandestino de la ESMA. El predio —con su gran comedor, el “chalet viejo” donde se alojaba el cuerpo técnico y “el pabellón”, donde estaban los jugadores repartidos en 12 habitaciones, con baño privado, dos camas y una mesa de luz en el medio— pertenecía a Natalio Francisco Salvatori, un empresario farmacéutico y exjugador de primera división de Argentinos Juniors de fines de los años ‘30.

Salvatori, según detalla Pablo Llonto en su libro La vergüenza de todos, era un buen amigo del represor Guillermo Suárez Mason, quien murió sin llegar a ser condenado por los delitos de lesa humanidad que cometió al mando de los centros clandestinos de detención de El Pozo de Banfield, El Olimpo y La Cacha, entre otros. Suárez Mason fue uno de los represores nombrados como socios honoríficos de los clubes de fútbol de los que eran simpatizantes; en este caso, Argentinos Juniors.

De allí conocía a Salvatori. Allí, con un acuerdo de la Junta Militar y la Armada que montó la seguridad, llevaron a los jugadores. “A pesar del tupido ligustro y hasta de los alambres de púas, más de cien personas se reúnen todos los días alrededor de la villa de José C. Paz (...). Los ‘vivas’, los aplausos y el aliento se producen. (...) El personal de vigilancia de la villa, persuasivamente, trata de alejarlos”, cronicaba Gente los días del seleccionado.

8. El otro diez

Auspiciado por Pepsi, Pelé, el histórico 10 de la selección brasileña, publicó durante el Mundial 78 una serie de columnas de análisis en el diario Clarín. El astro —recién retirado del fútbol con un partido final en el Cosmos de Nueva York, liga que tenía al exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger como impulsor— fue muy duro con la verdeamarela y sostuvo en aquellas columnas que “Brasil no fracasó en alcanzar las finales de la Copa 1978, sino que, por el contrario, tuvieron suerte en lograr un tercer puesto”, e incluso criticó a la delegación de su país cuando puso en cuestión el 6 a 0 a Perú, que los dejó fuera de la final frente a Holanda. “Yo soy Pelé, el individuo, no una parte de ellos”, se despegó, aunque pidió que “la sensación del encuentro Argentina-Perú debería pasar a la historia rodeada de un olor desagradable”.

Con los resultados puestos, el día de la final, Pelé título su columna “Una ligera ventaja”, para destacar el favoritismo de los holandeses a quedarse con la Copa, aunque matizó: "Emocionalmente, me gustaría que un conjunto sudamericano ganara la Copa del Mundo nuevamente, tal como ocurrió siempre que se disputó en nuestro continente (recordemos que el único que ganó en otro continente fue Brasil en Suecia 1958)”. Un día después, Pelé arrancó su columna: “Este triunfo de la Argentina es una de las mayores emociones que experimenté en mi vida”.

El astro brasileño, que pasó tres semanas en Buenos Aires para el Mundial —se hospedó en el octavo piso del hotel Plaza, donde la televisión venezolana había montado un estudio para la emisión de una cobertura especial, en la que Pelé era la estrella—, agradeció las atenciones recibidas, saludó a su “gran amigo César Menotti” y, aunque lo había prometido al llegar al país, nunca le puso Argentina a su hija recién nacida en Nueva York. Le puso Jennifer, por decisión de su esposa.

9. El nombre

Si Pelé no pudo bautizar “Argentina” a su cuarto bebé con Rosemeri, de quien se separaría ese mismo año, cientas de parejas argentinas sí homenajearían a los campeones mundiales en los bautismos. De acuerdo a la información del Registro Civil —citada por el periodista Matías Bauso en la nota “De nacimiento y nombres”—, en el año del Mundial, 3.455 bebés fueron bautizados bajo el nombre del goleador de la Selección: Mario Alberto.

Otros 1.134 niños fueron nombrados como el capitán de la celeste y blanca: Daniel Alberto. El nombre poco común del arquero Ubaldo Matildo Fillol fue más resistido entre los padres, pero cosechó 144 bautismos, cuando en 1977 sólo un niño había sido llamado como el “Pato”.

El tercero en el ranking de más elegidos fue para el DT, con 559: César Luis. “En ningún otro año del último siglo se los utilizó tanto como en 1978”, precisa Bauso, y agrega que la moda también pesó sobre otros 511 niños que fueron nombrados como el genocida Jorge Rafael Videla.

10. El juego sucio

Como metáfora de la campaña de “buena imagen” que la dictadura cívico-militar montó para el Mundial 78, en medio de la represión, muerte y desaparición de personas, el presidente de la FIFA João Havelange le entregaría al capitán Daniel Passarella, en una ceremonia posterior a la culminación del certamen, el premio Fair Play. Los jugadores se habían ganado aquel galardón en la cancha. La selección argentina sólo recibió una tarjeta amarilla durante toda la primera ronda; justamente, la vio el capitán Passarella. En la segunda mitad del torneo, Américo Gallego sería amonestado frente a Polonia y Ricardo Villa ante Brasil. Y en la final llegarían otras dos, de las 5 totales, para Osvaldo Ardiles y Omar Larrosa.

El premio fue destacado por la revista Somos en aquella edición tristemente histórica con una foto de Videla festejando en la tapa bajo el título “Un país que cambió”. La revista comparaba el Fair Play de 1978 con el partido de 1966 en Inglaterra, cuando la selección se ganó el apodo “animals”. Con ese mismo análisis maniqueo, la nota de balance del Mundial finalizaba con otro “hecho clave”, en el que describía cómo “multitudes de personas concentradas espontáneamente el lunes en Plaza de Mayo, reclamaron con cánticos y estribillos la presencia, en los balcones de la Casa de Gobierno, del general Videla”.

11. La guía

“No se pueden introducir armas prohibidas, literatura subversiva o pornografía”, advertía la guía turística confeccionada por el EAM 78 para los cientos de miles de turistas que esperaba la dictadura, de los cuales solo llegaron 15 mil para los más optimistas. Sin embargo, en el Plano de Subsedes y Circuítos Turísticos, también confeccionado por el órgano oficial y que se vendía exclusivamente en las estaciones Esso, el gobierno de facto mostraba otra faceta respecto de aquella cuestión ética, en particular sobre la pornografía. La guía oficial ofrecía direcciones de restaurantes, agencias de viaje y... cabarets. El Karim, ubicado en Carlos Pellegrini al 1143; el King de Córdoba al 937; o el Palladium, en Corrientes 1267, eran algunos de los que el organismos oficial invitaba a visitar a los turistas que pasaran por la Capital Federal para el Mundial.